Nico Molina se marca otra gesta en el Sulayr

Nico Molina es titánico. O quizá algo más. Pocos deportistas pueden decir que han realizado la gesta que él ha firmado durante los últimos días en Sierra Nevada y además haciéndolo por amor al arte, a la montaña y a los retos imposibles. Y menos, con sólo veinte primaveras. Este atleta de Dúrcal acaba de circundar toda Sierra Nevada corriendo. Sin etapas, sin subirse a un coche o dormir en una cama. Él, sus zapatillas, una luz para alumbrarse en la frondosidad del Parque Nacional y un grupo de quince amigos que lo han vigilado y avituallado durante toda la gesta.

La idea salió como un ‘no hay bemoles’ durante el confinamiento. Se abrieron las puertas de la nueva realidad y Nico las cruzó como el toro bravo que deja atrás los toriles de la Monumental de Frascuelo para afrontar su suerte. La de él consistía en 302 kilómetros con un desnivel positivo acumulado de más de diez mil metros, que terminó corriendo en noventa horas.

Más que una prueba, para el de Dúrcal significó un reto. «Una aventura», cuenta. «Al no poder disfrutar de una temporada de competición como me hubiera gustado, pensé en hacer algo como completar la Ruta Sulayr, que es como se le conoce al Camino GR-240 que circunda Sierra Nevada por sus faldas, a una altura aproximada de 1.800 metros», explica.

Empezó y terminó en el Centro de Visitantes del Dornajo, como si fuera las agujas de un Rolex, constante y cadente. La primera parada para darle algo de descanso a las piernas la realizó a los 90 kilómetros, en Trevélez. La segunda, en la Sierra almeriense, en La Polarda; 200 kilómetros más allá de donde empezó. Y la tercera, en el Postero Alto, a 20 de la meta. «Mi reloj terminó marcando los 302 kilómetros, pero puede variar un poquito porque en algunos tramos pudimos sufrir alguna pérdida de señal GPS o, en otros, nos desviamos un poco para encontrar algunas zonas de agua», subraya.

Nico Molina muestra su reloj con un cronómetro para guardar. 302,4 kilómetros en 90 horas y 45 minutos. / N. M.

Un descanso obligado

Justo a la mitad de la aventura, se topó con una pequeña barrera. El cuerpo le daba un aviso, la cabeza le obligaba a descansar pese a que sus piernas querían seguir adelante. «En el kilómetro 150, mis compañeros, quienes me hicieron el apoyo y han sido los grandes culpables de que todo haya salido bien, vieron que flaqueaban algo las fuerzas y prácticamente me abrieron las puertas del coche para que me retirara porque llegué a un punto varias horas más tarde de lo estimado, cansado, con molestias y la verdad que con muy mala cara… pero no lo iba a dejar a mitad. Sólo necesitaba dormir tres o cuatro horas, lo que el cuerpo me pidiera. Vieron que tenía ganas, así que me animaron hasta que terminé. Y ese fue el único punto de indecisión que pude tener, a partir de ahí todo fue bastante mejor», asevera.

Sólo Nico Molina guarda en su retina y en el rincón de la memoria las imágenes de las que ha podido disfrutar durante estos días. Vivencias únicas. «Fue una pasada, fui por sitios espectaculares que no conocía. Hay zonas de difícil acceso, por eso la dureza de este reto, pero es que son muy recomendables para quien le guste la montaña. Son dignas de conocer», asegura.

Descansado, con reposo en las piernas y en la mente, aún saborea su aventura días después. El objetivo no era ser el más rápido esta vez, sino disfrutar haciendo lo que más le gusta, que, en este caso, fue resistir más de 24 horas seguidas corriendo a través de la montaña. «Lo importante para hacer algo así es estar siempre bien hidratado y alimentarte muy bien. Muchas veces el cuerpo pide seguir a un ritmo tranquilo, bien marcado, y es capaz de estar horas en esta actividad», advierte.

Nutella

Y lo de alimentarse muy bien, lo cumplió a rajatabla. Una de las imágenes más sorprendentes, también divertida, es descubrir entre su avituallamiento un bidón de cinco kilos de crema de cacao. «Son azúcares rápidos y grasas que viene bien meterle al cuerpo cuando necesitas ese ‘chute’ rápido de energía. Pero evidentemente no es tu alimentación normal durante la prueba; en un reto así, los hidratos son básicos», explica para los neófitos en gestas.

Nico Molina salió el sábado 18 de julio de su casa, comenzó a correr desde el Dornajo a las ocho de la tarde, y hasta el martes 21 no durmió en su colchón. «He visto en una red social que alguien hizo lo mismo en doce días, pero yo no me lo planteaba por etapas, quería hacerlo de una sola vez», dice humilde, casi si darle la tremenda importancia que tiene. «Lo he cerrado en noventa horas, a un ritmo suave», abunda.

Noventa horas de esfuerzo que lo dejaron extenuado pero «satisfecho y tranquilo». «Estoy muy contento porque mis amigos me ayudaron a hacerlo posible. Llegar a terminar algo así te da la misma sensación que cuando alcanzas la meta en una gran competición. Es una sensación única», describe. Como él. Único, porque pocos habrá que a sus veinte primaveras rompan techos como los que Nico Molina, el montañero de Dúrcal, ha sido capaz de atravesar.

No ha sido una carrera, se trata de un reto para disfrutar, como se puede ver en la imagen. / N. M.

Noticia original del Ideal.

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