Los Baños de Urquízar de Dúrcal son visitados por muchos agüistas desde la época de los romanos

El agua minero-medicinal de este lugar, según un estudio, es muy beneficiosa para la salud y afecciones de la piel.

Es uno de los tesoros escondidos que hay que descubrir en Dúrcal. Tal como hiciera para curarse el líder militar y político romano de la era tardorrepublicana, Julio César, centenares de personas de Granada y otros lugares de Andalucía, principalmente, acuden cada año a los célebres Baños de Urquízar, situados en el termino municipal de Dúrcal, cerca del antiguo camino que se dirige a la cercana, bella y recóndita localidad de Conchar, para dejar de estar enfermos y sanar, entre otras cosas, distintas afecciones de la piel. Son unos pequeños estanques al aire libre. Hasta muy cerca de este lugar se puede llegar si se quiere en vehículo desde la pista que parte desde la altura de la antiquísima ermita de Dúrcal consagrada a San Blas bendito o a través de otros caminos y veredas rurales.

Unos estudios realizados hace años por la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada demostraron que las aguas de los Baños de Urquízar de Dúrcal <<tienen propiedades medicinales>>. Varios procónsules romanos, incluso el mismísimo Julio César, se curaron de distintas afecciones. Los árabes realizaron una comunicación subterránea a través de roca viva para unir los manantiales con un gran aljibe, en el lugar denominado ‘El Peñón de los Moros’. El interior de este túnel, recuerdan algunos ancianos de Dúrcal, reproduce la forma de una persona con una vasija de barro en cada mano, por el cual se descendía y se ascendía en tiempos nada propicios para acarrear el agua a lo alto del cerro donde se encontraba la fortaleza.

Un estudio demuestra que el agua que origina los manantiales de los Baños de Urquízar procede del deshielo de parte de la nieve de Sierra Nevada. Se sabe que existe una gran falla de la época del Triásico (200.000.000 de años) por la cual penetra y se filtra hasta una profundidad entre 2 y 3 kilómetros bajo el nivel del municipio de Dúrcal, situado en la comarca granadina del Valle de Lecrín, donde forma un mar interior.

Ahí, en las profundidades, toma temperatura el agua y asciende por las grietas del subsuelo hasta que aparece en superficie constituyendo los distintos manantiales con una temperatura entre 26 y 27 grados. Debido al origen, estos manantiales son incontaminables e inagotables por que tampoco entran en contacto con aguas superficiales.

El largo periodo de contacto del agua con la ‘tierra’ le da al agua sus características únicas: su doble proporción de calcio respecto al magnesio, su alto contenido en bicarbonatos, sulfatos y cloruros, todo lo cual, y de manera exclusiva, hace que esta agua tenga propiedades verdaderamente espectaculares por lo beneficiosas para la salud.

Según los expertos esta ‘tierra’, que aparentemente es roca viva, si se frota con las manos se convierte en un polvo tan microscópico que se queda incrustada en las huellas dactilares, siendo estas partículas las que aportan la estabilidad iónica al agua haciéndola inalterable. La base científica de estas cualidades beneficiosas se debe a que producen una estimulación y aumento de la microcirculación sanguínea, que es, como se sabe, uno de los factores fisiológicos principalmente empleados por el cuerpo humano para luchar contra las inflamaciones, infecciones, heridas… por ello y por que provoca además un exudado linfático a nivel de las heridas es desinfectante de forma natural, curando todas las alteraciones de la piel.

Asimismo, según el estudio, produce esta agua una estimulación del apetito casi instantánea; así se explica que pueda curar la lepra sin ser un bactericida estricto. Además, produce una estimulación de la secreción de las células hepáticas, por lo cual favorece la digestión de las grasas, siendo también diurética y rompe las piedras renales. Es también antiestrés y elimina los dolores musculares. Los Baños de Urquízar poseen dos pequeños estanques que son alimentados por varias fuentes. Miles de personas acuden cada año a este lugar de ‘aguas milagrosas’ para bañarse y llevarse en recipientes agua a sus casas. En este lugar se vive y se respira naturaleza. Este lugar y el río de Dúrcal, escoltado de mimbres, frutales, bancales y álamos se han convertido en uno de los parajes más visitados de la comarca del Valle de Lecrín.

Artículo original en El Ideal.

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