Dúrcal celebra sus fiestas de San Ramón con un programa muy reducido por el coronavirus

En los actos religiosos y culturales se han guardado en todo momento las medidas establecidas por Sanidad para combatir la Covid-19.

Dúrcal ha celebrado sus fiestas en honor a San Ramón Nonato a lo chico por el coronavirus. Solo con varias misas oficiadas por Jorge Ernesto Núñez Delgado (de Perú), conciertos, una exposición de carocas en el Paseo de la Plaza y fuegos artificiales venidos de Ugíjar y Órgiva. La Peña la Pólvora de Dúrcal disparó también 50 docenas de cohetes, según el maestro de música y pirotécnico de Dúrcal, Jorge Berrio. A la hora de la consagración se prendió mecha a una palma real, como de costumbre. Al entrañable y admirable locutor de Radio Dúrcal, Rafa Palacios, acompañado con su fiel mascota, le encantaron las carocas. De la seguridad se encargó Protección Civil de Lanjarón, la Guardia Civil y la Policía Local de Dúrcal.

En la entrada de la iglesia se vendieron objetos religiosos. En la iglesia se guardaron las distancias y el protocolo para combatir la Covid-19. La imagen de San Ramón Nonato estuvo colocada en un altar a los pies del altar mayor. En el otro extremo permanece la imagen de San Blas Bendito (patrón de Dúrcal) porque no pudo ser llevada de vuelta a su ermita a causa del confinamiento.

Una de las asistentes a la liturgia fue la Rosita Vílchez, hija de Ramón ‘El Sillero’ y hermana de Ramón, el batería de la famosa y veterana Orquesta Diablos Negros de Dúrcal. En el Parque de la Estación ha habido conciertos en los últimos días. Han actuado grupos de rock, las bandas de música del pueblo, pasacalles, diana y actividades culturales. El aforo ha sido limitado. Las fiestas han acabado con el castillo de fuegos artificiales. Los bares han estado muy concurridos guardando en todo momento las normas establecidas para combatir el coronavirus. Por ejemplo, en un negocio montado recientemente y bautizado con el nombre de ‘La cocina de la X’, a pocos metros de la Plaza, vendieron como rosquillas para llevar: pollo empanado, choto al ajillo, caracoles, arroz, olla gitana y otros platos. Es costumbre en las fiestas de San Ramón consumir higos chumbos con anís. Este año han estado escasos por la epidemia que contrajeron las plantas. Eso sí, en la casa de José Antonio Valdés, por ejemplo, no ha faltado una gran fuente de chumbos pelados y muy fresquitos.

Dúrcal es un pueblo fascinante. De indudables contrastes visuales. Llanos, bancales, secanos, puentes (uno de ellos romano), baños sanadores, un río, montañas con misteriosas grutas, restos del pasado árabe o la cueva ‘encantada’ de ‘Vacamía’. Por esto y mucho más, no es de extrañar que cada vez más personas escojan este bendito lugar del Valle de Lecrín para disfrutar de todos sus encantos.

Dúrcal en otros tiempos fue tierra de emigrantes y vendedores de papas. Existe un dicho que dice que cuando los astronautas americanos pisaron por primera vez la luna se encontraron allí a ‘Los regalos’ pregonando, más solos que la una, papas a dos pesetas el kilo. Asimismo, y fuera de bromas, hace muchos años, Rosa la ‘Rorra’, vendía por el pueblo y junto a las dos carteleras del cine chucherías acunadas en su cesta de mimbre. Pura, tirando del carrito pregonaba helado buenísimo con una trompetilla. Manuel y su hijo Paco Padial se encargaban del cine, el Lecrín Cinema. Ángela y el padre de Paquito, de sus estancos; Serrano mercaba jamones para revenderlos a los más pudientes de Granada capital. Maria defendía su posada. Antonio ‘El sastre’ y las modistas se empleaban a fondo para que todos los encargos estuviesen a punto para las fiestas.

Juan y Bautista y el otro Juan ‘El de la tienda’ se encargaban de sus talabarterías. Miguel vigilaba sus futbolines para que no le hiciesen trampa con un trapo en las porterías. Maria hacía tejeringos y freía papas riquísimas, como las de la actual fábrica de ‘Peña Gallo’. Los hermanos José, Ramón y Rafael confeccionaban sillas con madera de álamo y asientos de anea de la laguna de El Padul y de Órgiva. Mateo vendía botones, cremalleras, quincallas, etcétera. Rosario y Ana, en sus respectivas tiendecillas, partían bacalao con mucha destreza.

Pedro, que tenía un coche muy pequeño que carecía de marcha atrás, se encargaba de los recibos de la luz. Alrededor de la plaza había espléndidos comercios, un quiosco y un despacho de gasolina con maquinaria manual. Funcionaban varios molinos. Gregorio Ortiz, Concha ‘La boticaria’, Diego y otros, vendían vino a granel. Francisco, ayudado por Fernando y Antonio, se encargaba del calzado para las fiestas y días laborables.

Juanico ‘El herraor’ hacía su trabajo después de ‘apañar’ y ordeñar a mano a su piara de vacas. ‘Pipa’ y Justo pastoreaban las cabras del vecindario. Un niño de María `La Picanta’ pregonaba tortas y bollos por las calles. José Valero, en silla provista de cuatro cojinetes, vendía en su taberna de ‘El Darrón’ vino costa de Albondón. Juan, Diego, y otros, vendían y pregonaban rico pan con sus dóciles burras de pelo blanco. Escamez, ‘Pionono’ Bautista, ‘El Corona’ y otros taberneros se encargaban de las bebidas y de las olorosas tapas. Federico y sus hermanos, y otros ilustres carpinteros, de los trabajos en madera; ‘Bombea’ de la fragua. Candido, que también era zapatero, y sus demás compañeros, de la banda de música.

Don José Puertas se encargaba de la ‘eterna’ alcaldía y de dar clase en las escuelas nacionales junto a don Juan Tamayo, don Ramón, don Enrique, don Diego de Padul… Don Eugenio se encargaba de la iglesia. Blas, Antonio y otros compañeros de afeitar y pelar. El ‘Izforeño’ se encargaba del desaparecido palacio de Don Celestino (que nunca tuvo que desaparecer). La familia Ferrer se encargaba de fabricar gaseosas y barras de hielo… Vicente Gutiérrez vendía guano y Gijón tenía una ferretería y vendía también espejos, marcos y cristales. Penela y Ángel se encargaban de las confecciones. Blas confeccionaba serones y espuertas con pleita. Joaquín y Barragán pastoreaban y vendía carne. El ‘Niño la Virgen’ compraba fruta en el árbol. Otros se dedicaban al trasporte público como, y por ejemplo, Manolo ‘Fonda’.

También, en otros tiempos don Evaristo se encargaba de las curaciones. Un día curó a Fray Leopoldo de Alpandeire y al poco tiempo fue él el que sanó de los ataques de epilepsia que sufría gracias al frailecito limosnero. También hace muchos años Samuel se encargaba de comprar y vender bestias. Otros trabajaban hilando esparto con la rueda de madera. Mari Puri se encargaba en las escuelas de Balina de dar la leche ‘del cura’ venida en polvo de Argentina. Juanillo ‘El Feo’ y muchísimos más emigraron. También había guardas en el campo. Cuando era el tiempo de las cerezas muchos niños cuando salían al recreo no volvían a clase. El que más faltaba le llamaban ‘Pollo’. Se jugaba mucho a la taca. Eran otros tiempos.

Artículo original en Ideal.

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